lunes, 27 de agosto de 2018

TENDINITIS

Índice

¿Qué son los tendones?

Los tendones son unas cuerdas fibrosas, resistentes pero flexibles, que unen los músculos a los huesos -o a otras estructuras como el globo ocular-. Al transferir la fuerza generada por los músculos, ayudan a mover la articulación o la estructura a la que están conectados. Es decir, permiten movimientos como doblar la rodilla o girar el hombro. En el cuerpo humano, hay en total unos 4.000 tendones.
Los tendones unen los huesos y los músculos.
Las lesiones deportivas son causa de tendinitis.

¿Qué es la tendinitis?

La tendinitis es la inflamación, irritación o hinchazón de un tendón, lo que provoca dolor y molestias alrededor de la articulación en la que este se inserta. Puede afectar a cualquier tendón del cuerpo, pero es más habitual alrededor del hombro, del codo, la rodilla y el talón. Puede aparecer también en la cadera, los tobillos, las muñecas y manos.
Este trastorno causa dolor y sensibilidad justo fuera de la articulación. Normalmente, los síntomas mejoran con el reposo y el tratamiento farmacológico, pero, si el tendón llega a romperse, suele ser necesaria la cirugía.

¿Qué causa la tendinitis?

Las causas más habituales de la tendinitis son:
  • La realización de movimientos repetitivos a lo largo de periodos prolongados de tiempo, bien sea por razones laborales o de ocio deportivo.
  • Lesiones deportivas o laborales repentinas.
  • Mantener posturas incorrectas o posiciones anómalas.
  • La sobrecarga de las articulaciones por un uso excesivo.
  • El envejecimiento del tendón -pérdida de elasticidad o degeneración del tendón-, provocado por la edad.
  • Sufrir patologías como la artritis reumatoide, diabetes, la gota, la psoriasis o enfermedades de la tiroides.
  • Las reacciones a algunos fármacos.

¿Qué tipos de tendinitis son las más comunes?

Algunos de los tipos de tendinitis más frecuentes son:
  • Codo de tenista (epicondilitis lateral): es la inflamación de los tendones que se insertan en el epicóndilo lateral, una de las protuberancias óseas que se encuentran en la cara lateral externa del brazo, alrededor del codo. La provocan movimientos repetitivos de extensión de la muñeca o de giro del antebrazo, que causan roturas microfibrilares en los músculos extensores del antebrazo. Normalmente, se produce durante la práctica de deportes de raqueta como el tenis, pero también puede causarla movimientos reiterados o esfuerzos excesivos de prensión fuerte o de rotación del antebrazo como los que se realizan al usar un destornillador. Por este motivo, puede afectar a toda la población, no solamente a deportistas, y puede constituir, de hecho, una enfermedad laboral (también puede deberse, por ejemplo, al uso constante del ratón y del teclado del ordenador).
  • Codo de golfista (epicondilitis medial): en este caso, la inflamación, la irritación y el dolor afectan a la parte interna del antebrazo, alrededor del codo. Suelen sufrirlo quienes practican en exceso o empleando una técnica incorrecta deportes como el golf, el béisbol y otras disciplinas que impliquen lanzamientos. Sin embargo, como sucedía con el codo de tenista, también es habitual en quienes se dedican a determinadas profesiones -pintores, albañiles, cocineros…-.
  • Tendinitis aquílea: se trata de la inflamación del tendón de Aquiles, el cual conecta los músculos de la pantorrilla con el talón. Se manifiesta al principio con dolor en la parte superior del hueso del talón (calcáneo) o, en los casos más leves, por una ligera rigidez que aparece por las mañanas. Puede estar provocada tanto por la pérdida de flexibilidad del tendón debido a la edad (en estos casos, suele estar asociada a inflamación de la articulación), como por sobrecarga al practicar en exceso deportes como el running o por hacerlo con una técnica incorrecta, con calzado inadecuado o padeciendo sobrepeso.
  • Hombro de nadador, hombro de tenista o tendinitis del hombro: en este caso, se inflaman, irritan e hinchan los tendones unidos a los músculos del manguito de los rotadores del hombro -que mantiene la cabeza del húmero contra la escápula-. Es una tendinitis habitual en los aficionados a los deportes que requieren que el brazo se mueva por encima de la cabeza de forma repetitiva como el tenis, el béisbol (sobre todo en el caso del lanzador) y el levantamiento de pesas.

¿Cuáles son los síntomas de la tendinitis?

Los síntomas suelen aparecer en el punto donde el tendón se une al hueso. Los más habituales son:
  • Dolor: suele ser de instauración progresiva y se puede tornar agudo e intenso al mover la extremidad o la  articulación afectada. También puede aparecer durante la noche o en forma de rigidez matutina.
  • Mayor sensibilidad en la zona.
  • Hinchazón leve.
  • En ocasiones, enrojecimiento o irradiación de calor.

¿Qué factores de riesgo tiene?

De acuerdo a las anteriores causas, sufren mayor riesgo de sufrir tendinitis:
  • Las personas de edad avanzada: el envejecimiento provoca la pérdida de flexibilidad del tendón, lo cual aumenta la probabilidad de sufrir lesiones.
  • Quienes se dedican a profesiones que implican movimientos repetitivos, mantener posturas o posiciones incómodas, grandes esfuerzos físicos o trabajar en un entorno con vibraciones.
  • Quienes practican deportes que también implican movimientos repetitivos como el baloncesto, la carrera de a pie, el golf, la natación, el pádel o el tenis.
  • Padecer algunas enfermedades sistémicas (como artritis reumatoide o diabetes, entre otras) incrementa el riesgo de padecer tendinitis.

¿Cómo se trata la tendinitis?

El objetivo del tratamiento es mitigar el dolor y reducir la inflamación del tendón. Debe comenzarse lo antes posible y, normalmente, se basa en:
  • Reposo: el descanso de la articulación lesionada permite que el tejido se recupere, por lo que, durante un periodo de tiempo, no pueden llevarse a cabo las actividades laborales o ejercicios físicos que afectan al tendón inflamado, aunque sí pueden realizarse aquellos que no ejerzan presión sobre él. También puede ser necesario inmovilizar la articulación con algún tipo de férula o dispositivo ortopédico como muñequeras, cabestrillos o muletas.
-Durante el reposo, puede ser beneficioso aplicar frío en la zona afectada -varias veces y durante un máximo de veinte minutos- para el tratamiento del dolor agudo en las primeras 48 horas). Más adelante, si se convierte en un dolor crónico, puede resultar de más utilidad aplicar calor húmedo o seco.
-También es beneficioso inmovilizar la zona afectada para protegerla de más lesiones. Para ello, son útiles diferentes dispositivos (férulas, cabestrillos, muñequeras, muletas).
-La compresión del área  inflamada con vendas o bandas elásticas ayuda a reducir la hinchazón y recuperar la movilidad.
-Durante el periodo de reposo de la articulación, deben seguir realizándose todas las actividades que no afecten al tendón lesionado, ya que la inactividad prolongada puede producir la pérdida de flexibilidad. Por este mismo motivo, cuando finalice el descanso, es conveniente mover la articulación con suavidad hasta su límite máximo de movilidad unas cuatro veces al día.
  • Fármacos. Pueden ser:
-Medicamentos analgésicos y antiinflamatorios: por ejemplo, la aspirina, el naproxeno y el ibuprofeno -si se necesita tomarlos durante más de diez días, se debe consultar a un profesional sanitario-. Suelen tomarse por vía oral, pero también pueden aplicarse cremas tópicas con efecto antiinflamatorio.
-Corticoesteroides: las inyecciones de cortisona ayudan a reducir la inflamación y a mitigar el dolor, aunque no se recomiendan para tendinitis crónicas ni de forma frecuente en una misma zona.
-Plasma rico en plaquetas: es una solución preparada a partir de una muestra de sangre propia, que se inyecta en la zona de irritación crónica del tendón. A día de hoy, es necesaria mayor evidencia científica que avale su uso.
-Fisioterapia: un programa de ejercicios específicos puede ayudar a estirar y fortalecer el tendón y el músculo afectados. Masajes, hidroterapia y ultrasonidos son otro tipo de ayudas fisioterápicas que pueden ser beneficiosas, siempre según los casos.
En el caso de que los anteriores tratamientos no sean efectivos, puede ser necesario recurrir a los siguientes procedimientos:
  • Punción seca: se ejecutan pequeños orificios en el tendón con una aguja fina para estimular su curación.
  • Tratamiento con ultrasónico: se inserta en el tendón, por medio de una pequeña incisión, un dispositivo que elimina el tejido cicatricial con ondas sonoras ultrasónicas.
  • Cirugía: si el tendón se llega a romper y especialmente si se ha desprendido del hueso, suele ser necesaria una intervención quirúrgica.

Fuentes:


Diez claves para prevenir la tendinitis

Poner en práctica las siguientes medidas puede ayudar a reducir el riesgo de sufrir tendinitis:
  1. No abuses del ejercicio. La actividad física regular es beneficiosa, pero el exceso, sobre todo si lo prolongas en el tiempo, puede suponer un sobreesfuerzo para tus tendones. Puedes también combinar varios tipos de ejercicios o disciplinas -por ejemplo, máquinas con running– para evitar sobrecargar la misma articulación.
  2. Mejora tu técnica deportiva. Ya que muchos deportes requieren realizar movimientos repetitivos, es importante que los ejecutes adecuadamente, con el fin de no sobrecargar el tendón involucrado. Si es necesario, da clases o solicita el asesoramiento de un profesional cuando utilices nuevos equipos o maquinarias.
  3. Fortalece tus músculos para realizar deporte. Mantener los músculos fuertes y flexibles ayuda a prevenir lesiones, por lo que los ejercicios de fortalecimiento para proteger las áreas más susceptibles de ser dañadas son muy importantes.
  4. Calienta antes del ejercicio y estira después. Te ayudará a mantener la flexibilidad de tus articulaciones, así como su amplitud de movimiento. Tómate tu tiempo para hacerlo.
  5. Cuida bien tus codos. Evita golpearte o cargar excesivamente sobre esta parte del cuerpo. Si juegas el tenis, prueba a usar una banda elástica que amortigüe los impactos en los codos.
  6. Vigila la ergonomía en tu puesto de trabajo. Si trabajas frente al ordenador, revisa tu postura al trabajar, así como la posición de tu silla y la del teclado, el ratón y el monitor. En el caso de que tu puesto laboral implique realizar movimientos repetitivos, asegúrate de ejecutarlos adecuadamente.
  7. Toma descansos. Si sueles realizar actividades manuales y de escritura, para de vez en cuando y descansa tus manos, codos, brazos y hombros.
  8. Utiliza calzado adecuado. Para lograr una protección adecuada de tobillos y pies, es importante que procures hacer ejercicio en superficies planas y niveladas y con un tipo de zapatilla o calzado adecuado a ella y a tu anatomía.
  9. Vigila si hay actividades que te causan molestias. Sé consciente de las actividades y hábitos de tu vida cotidiana y valora introducir modificaciones si sospechas que pueden estar en el origen del problema.
  10. Escucha a tu cuerpo. Si comienzas a notar dolor en alguna articulación, suspende el ejercicio o deporte y descansa durante algún tiempo. Durante ese periodo de tiempo, sí puedes practicar otros deportes que no involucren a los tendones afectados.
*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.
Fecha de publicación 27 agosto, 2018

sábado, 25 de agosto de 2018

VAGINITIS

De la mano de Juan Mario Troyano Luque, catedrático de Obstetricia y Ginecología y presidente de la Comisión Científica de lSociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), analizamos qué es la vaginitis, sus causas y síntomas más frecuentes, así como sus posibles complicaciones y tratamiento.

Índice

¿Cómo se contagia la vaginitis?
Las molestias urinarias son un síntoma típico de esta afección .

¿Qué es la vaginitis?

La vaginitis es una enfermedad que se caracteriza por la inflamación de los tejidos de la vagina a causa de una infección determinada. Por lo general, suele existir también una afección de los genitales externos (vulvovaginitis), y una inflamación del cuello del útero (cérvix) o cervicovaginitis.

¿A quién afecta?

Fundamentalmente, la vaginitis afecta a mujeres en edad reproductiva, bien por alteraciones en el sistema natural vaginal o por infecciones transmitidas. Sin embargo, también pueden sufrir vaginitis:
  • Niñas: dada su escasa actividad hormonal y, en ocasiones, una deficiente higiene.
  • Mujeres en la menopausia: al producirse una atrofia genital.
  • Mujeres gestantes: a causa de una mayor concentración de glucógeno en las células vaginales por la actividad hormonal de la gestación, lo que provoca frecuentes infecciones por hongos, de escasa repercusión, pero muy molestas.

¿Qué causa vaginitis?

En una mujer joven con actividad hormonal normal, la vagina mantiene una flora o ecosistema favorecido por la acción de los estrógenos, que son las hormonas encargadas de mantener el desarrollo, grosor y elasticidad del epitelio vaginal (la capa de tejido que cubre las paredes internas de la cavidad vaginal). Cuando esta actividad hormonal cesa o disminuye, el ecosistema vaginal puede deteriorarse y favorecer la aparición de vaginitis, al disminuir la acidez del flujo genital y, por tanto, las defensas naturales de la zona.
Esta enfermedad no solo se da cuando ese sistema natural vaginal se altera, sino también cuando se sufre cualquier tipo de agresión, bien por infecciones transmitidas o por desequilibrio de los gérmenes existentes habitualmente en esa flora vaginal.
De hecho, más del 80% de las mujeres que presentan síntomas de vaginitis tienen infecciones provocadas por:
  • Bacterias.
  • Hongos (candidiasis).
  • Parásitos (trichomonas).
Por otro lado, y si bien en menor proporción, la vaginitis puede ser causada también por un virus, como el Herpes Simple (VHS) o el Papiloma Humano (HPV), provocando lesiones genitales.

¿Existen factores de riesgo?

Algunos de los factores que aumentan el riesgo de padecer vaginitis son:
  • Haber sufrido otras infecciones genitales anteriores (Gardnerella, Chlamydias, Gonococia, etc…).
  • Sufrir enfermedades de transmisión sexual (ETS): además de producir una vaginitis, pueden ocasionar enfermedades más graves como la Enfermedad Inflamatoria Pélvica (EPI).
  • La práctica de coitos de riesgo (sin medidas de precaución) o tener un alto número de parejas sexuales distintas.
  • El uso de dispositivos intrauterinos (DIU).
  • La toma de anticonceptivos hormonales: aunque no son la causa, sí favorecen la infección, al mantener constantes las dosis hormonales e influenciar  la composición de la flora vaginal.
  • El uso de antibióticos o corticoides.
  • Sufrir enfermedades asociadas como la diabetes: puesto que pueden provocar la descompensación metabólica.
  • Utilización de ropa inadecuada o de tejidos que impiden la transpiración genital.
  • El abuso cotidiano de compresas o salvaslips.
  • Los baños en piscinas mal higienizadas o con exceso de cloro: ya que disminuyen la acidez vaginal habitual.

¿Cuáles son los síntomas de la vaginitis?

Todas las vaginitis presentan habitualmente síntomas asociados y comunes como:
  • Aumento importante del flujo genital.
  • Flujo de un color distinto y más espeso durante todo el ciclo menstrual.
  • Flujo maloliente e irritante y, a veces, con discreto sangrado.
  • Picor vulvo-vaginal de predominio nocturno y con aumento tras el coito.
  • Ardor genital intenso.
  • Molestias urinarias (al contacto de la orina con los genitales).
  • Dolor en el coito (dispareunia).

¿Qué tipos de vaginitis existen y qué síntomas provocan?

En función del germen causante, existen diferentes tipos de vaginitis que causan síntomas  y molestias específicas:
  • Vaginitis bacteriana: responsable del 30% de las vaginitis. Su síntoma más habitual es el aumento del flujo genital con color grisáceo y un olor desagradable, similar al del pescado.
  • Vaginitis por hongos: causante del 20% de los casos de vaginitis. Sus síntomas son:
-Prurito (picor) genital intenso, sobre todo vulvar.
-Enrojecimiento marcado de la vulva y la vagina.
-Flujo blanquecino y pastoso que recuerda al yogur.
-Recaídas frecuentes, sobre todo durante el embarazo.
  • Vaginitis por parásitos (Trichomonas): se trata de una infección de transmisión sexual, frecuente en más de un 50% de pacientes de riesgo o personas que mantienen relaciones sexuales sin protección con múltiples parejas. Se caracteriza por la aparición de un parásito dotado de una cola (flagelo) que le permite moverse dentro del flujo genital y que crece en ambientes pobres en oxígeno. Aunque esta infección es asintomática en un 40% de mujeres afectadas, sus signos más habituales son:
-Aumento exagerado de flujo genital (leucorrea).
-Flujo de color verdoso “pistacho” con pompas/espuma por fermentación del flujo genital.
-Enrojecimiento vaginal marcado y del cuello uterino.
-Picor vulvar y vaginal.
-Mal olor genital.
-Molestias urinarias.
-Dolor durante el coito (dispareunia).
-Dolores abdominales bajos.
  • Vaginitis por virus: las más frecuentes son causadas por el virus del Papiloma Humano (HPV) y por el virus del Herpes Simple (Tipo 2) (HSV-2). La transmisión de ambos virus está provocada por contacto sexual, y se manifiesta en mayor grado en la primera infección, aunque, como la mayoría de los virus de acción local, puede reactivarse en la mujer a lo largo de su vida, dando lugar a síntomas muy molestos. Algunos de ellos son:
-“Ardor” intenso genital: como pinchazos de alfileres.
-Dolor vulvar y enrojecimiento genital.
-Vesículas genitales que se rompen, con salida del líquido interior.
-Ulceraciones cutáneas.
-Ganglios inguinales.
-Verrugas genitales (en forma de coral): frecuentes en el caso del Virus del Papiloma Humano.

¿Cuáles son sus complicaciones?

Si se trata adecuadamente, la vaginitis no entraña ningún conflicto terapéutico, aunque algunas de las complicaciones que puede provocar, excepcionalmente y dependiendo del germen, son:
  • Infecciones urinarias de vías bajas (uretritis).
  • Úlceras genitales.
  • Verrugas genitales.
  • Enfermedad Inflamatoria Pélvica (EPI) o infertilidad.
  • Inflamación intestinal crónica (rectitis).
  • Artritis o hepatitis.
  • Cáncer de cuello uterino, vulva y/o vagina.
  • Cáncer oral/laringe/anal, según hábitos sexuales con parejas de riesgo.
  • Infecciones fetales graves, si se está embarazada.

¿Tiene tratamiento la vaginitis?

La vaginitis tiene tratamiento, aunque este variará en función del germen causante.
  • El ginecólogo valorará las características de los signos clínicos de  la paciente (flujo, olor, enrojecimiento vulvar…) así como la existencia de posibles alergias, resistencias o embarazo. En algunos casos, para completar el diagnóstico, será necesario realizar un cultivo de vagina, cuello uterino, uretra y ano.
  • Una vez establecida la causa, suelen emplearse fármacos (antibióticos), cremas o geles antimicrobianos, con el fin de minimizar también la sintomatología molesta expresada  por  la paciente (picor, dolor, aumento exagerado del flujo genital, mal olor etc.).
  • Durante el tratamiento se recomienda no mantener relaciones sexuales y evitar las duchas vaginales y los tampones.


Diez claves para prevenir la aparición de vaginitis:

  1. Mantén una vida sexual sana.Tanto si tienes pareja estable como si no, toma las medidas de precaución necesarias a la hora de mantener relaciones sexuales.
  2. Minimiza el riesgo de infecciones.Ten en cuenta que las lesiones genitales y los sangrados por heridas durante el coito pueden facilitar la aparición de infecciones y de enfermedades de transmisión sexual (ETS).
  3. Sigue una adecuada higiene íntima.Lava la zona una o dos veces al día como máximo, y con jabones suaves, ya que el exceso de higiene puede cambiar tu pH vaginal y favorecer la aparición de infecciones.
  4. Recuerda que la vagina debe estar libre de gérmenes.Tras orinar o defecar, límpiate de adelante hacia atrás para no llevar las bacterias de la zona anal a la vaginal.
  5. Usa ropa interior holgada y de tejidos que permitan la transpiración.Apuesta por utilizar prendas amplias de algodón y evita los pantalones ajustados, ya que dificultan la ventilación de la zona genital y favorecen la proliferación de bacterias.
  6. No abuses de los tampones y salvaslips.Recuerda que los tampones y salvaslips deben ser usados por poco tiempo y solo durante la menstruación, ya que dificultan la transpiración y la salida del flujo genital.
  7. Extrema las precauciones en verano.La excesiva cloración de las piscinas, así como los balnearios, spas y jacuzzis disminuyen la acidez habitual de la vagina, favoreciendo la aparición de infecciones.
  8. Abandona el tabaco y alcohol.Su consumo no solo es perjudicial para tu salud en general, sino que también favorece la eliminación de los microorganismos beneficiosos del cuerpo, incrementando el riesgo de infecciones.
  9. Haz partícipe a tu pareja del riesgo de infección.Apuesta por tomar medidas de prevención que eviten la aparición de vaginitis y, en caso de infección, no dudes en comunicárselo a tu pareja, ya que también deberá ir al médico y tratarse, si fuera preciso.
  10. Acude periódicamente al ginecólogo para las revisiones médicas.Sobre todo, si detectas cambios en tu función genital o sufres molestias. El profesional médico determinará si existe infección y pautará el tratamiento adecuado.



 Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.
Fecha de publicación 20 agosto, 2018

jueves, 23 de agosto de 2018

HERPES LABIAL

Índice

¿Qué es el herpes labial?

El herpes oral o labial es una infección producida por el virus del herpes simple que puede afectar a diferentes partes de la boca, sobre todo en los labios o, menos frecuentemente, en la zona de alrededor o el interior de la boca. Se manifiesta normalmente con la presencia de pequeñas ampollas (vesículas) bastante dolorosas, conocidas de manera coloquial como calenturas, morreras o pupas labiales.
El virus del herpes continúa latente en nuestro organismo.
El virus del herpes se propaga con facilidad.
Normalmente, la infección es causada por el virus del herpes simple tipo 1 (VHS-1), pero, en algunas ocasiones, también lo hace el tipo 2 (VHS-2) -por lo general, este provoca herpes genital-.En cualquier caso, las lesiones producidas por el virus suelen desaparecer de manera espontánea al cabo de una o dos semanas. Sin embargo, continúa latente en el organismo y puede reproducirse la sintomatología en el futuro, ya que el herpes no tiene cura y es una infección permanente.

¿Es frecuente el herpes simple?

El herpes es un problema de salud cotidiano y frecuente, ya que es un virus que se propaga con facilidad. Como datos a nivel global, la Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que en todo el mundo hay 3.700 millones de personas menores de 50 años (67%) infectadas por VHS-1 y 417 millones de personas de 15 a 49 años (11%) infectadas por VHS-2.

¿Cómo se contrae el herpes labial?

La mayoría de las personas se infectan con el herpes simple antes de los 20 años. La transmisión del VHS puede producirse tanto durante el brote activo de la infección como en los periodos en los que ya no hay síntomas, si bien en este momento el riesgo de transmisión es menor. Aun así, el contagio puede producirse sin que la persona que lo contrae muestre síntomas.
En concreto, el VHS 1 puede contraerse de las siguientes maneras.
  • Mediante el contacto con la saliva u otras secreciones de la persona que sufre la infección. Fundamentalmente, por contacto directo piel con piel, sobre todo desde la aparición de las lesiones (vesículas) hasta la fase de costra y curación completa.
  • Compartiendo objetos que hayan estado en contacto con la lesión como máquinas o cuchillas de afeitar, toallas, platos, cubiertos…
  • En cambio, el VHS-2 se transmite principalmente durante el contacto en una relación sexual y provoca herpes genital.

¿Cómo se desarrolla la infección que causa el herpes?

La infección que causa el herpes simple tiene tres fases distintas:
  • Infección primaria o primoinfección: en esta fase, pueden presentarse síntomas o no.
  • Latencia: una vez la infección ya ha sido controlada e, incluso, cuando las lesiones ya han desaparecido, el virus puede permanecer inactivo en las células nerviosas de la cara.
  • Reactivación: cuando el virus se reactiva y vuelve a producir manifestaciones clínicas. Esto puede ocurrir de manera espontánea o haber un factor desencadenante como un pico de estrés, una bajada de defensas, un episodio de fiebre causado por una infección, cambios hormonales como la menstruación o la exposición prolongada al sol -tanto en verano como en invierno-. Algunas personas tienen mayor predisposición a sufrir la reactivación del virus.

¿Cuáles son los síntomas del herpes labial?

La infección suele manifestarse a lo largo de los veinte días posteriores al contagio y prolongarse entre una y hasta cuatro semanas después. En el caso de que, durante la fase de infección primaria, haya síntomas, inicialmente suelen ser los siguientes:
  • Picor, quemazón y/o dolor en la piel de los labios o cerca de la boca: lo que se conoce como pródromo.
  • Erupción en la piel: comienza uno o dos días después, formándose unas pequeñas ampollas llenas de líquido en las encías, labios, boca que suelen presentar una zona más elevada, normalmente dolorosa. Estas vesículas pueden romperse y supurar y es lo que se conoce popularmente como morrera, pupa labial o calentura.
  • Formación de una costra de color amarillo: suele suceder al cabo de aproximadamente una semana, al secarse las vesículas. Esa costra acaba cayendo y el área de la piel afectada por la lesión adquiere un tono rosado.
En ocasiones, la erupción cutánea puede estar acompañada de fiebre, malestar general, cansancio o inflamación de los ganglios linfáticos locales, entre otros síntomas.

¿Cómo se trata el herpes labial?

La infección por herpes labial suele curarse de manera espontánea al cabo de una o dos semanas. En el caso de necesitarse tratamiento, este suele basarse en el empleo de antivirales.
Aunque estos fármacos no reducen el riesgo de que la infección vuelva a producirse, sí disminuyen el dolor que producen las lesiones y pueden ayudar a que estas duren menos si se administran tempranamente en casos seleccionados.
Para mitigar el dolor, también puede recurrirse a utilizar analgésicos como el paracetamol. En todo caso, se ha de evitar tocarse o reventarse las ampollas, para evitar diseminar la infección.

Fuentes:

*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.


Diez consejos para prevenir el herpes labial

A pesar de estar provocado por un virus que se transmite con facilidad, el herpes labial, también conocido como morreras, pupas labiales o calenturas, puede prevenirse o controlar su propagación si se toman precauciones como las siguientes:
  1. No beses ni toques la piel de otras personas con un herpes labial activo.Para evitar contagiarte, especialmente si tienes predisposición a padecer esta infección, intenta evitar el contacto directo con quienes la sufren.
  2. Lávate a menudo las manos.
    Si ya has desarrollado la infección, hazlo cuidadosamente antes de tocar a otras personas, sobre todo durante los periodos en que los brotes son más exacerbados.
  3. Evita manipular las vesículas si tienes un brote.
    También es recomendable que no entres en contacto con niños, personas con eccemas o inmunodeprimidas en las que la infección puede ser de mayor gravedad.
  4. Intenta no tocar otras partes de tu propio cuerpo.
    El autocontagio del virus del herpes simple no es común, pero puede suceder. Ten especial cuidado con zonas como los ojos y los genitales.
  5. No compartas alimentos o bebidas con otras personas.
    De esta manera, evitarás propagar el virus, que puede diseminarse mientras haya secreción líquida en las ampollas.
  6. Evita ciertas comidas. Si tienes lesiones, mejor no tomes bebidas calientes, ni alimentos picantes y salados, ni tampoco cítricos porque pueden causarte dolor o escozor en la morrera o pupa.
  7. No te expongas al frío ni el sol.Dado que ambos pueden desencadenar nuevos episodios, trata de evitar las exposiciones prolongadas al sol, tanto en verano como en invierno. Si esquías, aplica protección solar (en forma de barra de labios) en tus labios y el área que los rodea.
  8. Trata de evitar o controlar el estrés.
    Este es otro de los posibles factores que pueden reactivar el virus cuando este se encuentra latente en la piel.
  9. Descansa bien.Dormir las horas suficientes y seguir una alimentación rica y equilibrada siempre es importante para mantenerse en un buen estado de salud general y también en caso de que sufras un herpes labial.
  10. Si sufres recaídas con frecuencia, consulta a un profesional sanitario.
    Tu médico o farmacéutico te orientarán sobre qué medidas tomar para mitigar el problema.
*Esta información en ningún momento sustituye la consulta o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.

Fecha de publicación 13 agosto, 2018


miércoles, 22 de agosto de 2018

GASTROENTERITIS

Fecha de publicación 15 febrero, 2016